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  • SELECCIÓN ARCHIVO 2012

«Superkilen»

Copenhague (Dinamarca), 2012

El nuevo parque de Nørrebro celebra la diversidad cultural del barrio reuniendo elementos de mobiliario urbano de todo el mundo.

Estado anterior

Nørrebro es el distrito más conflictivo de Copenhague. En varias ocasiones desde los años ochenta, sus calles han sido escenario de los mayores disturbios de la historia danesa reciente. La violencia de los enfrentamientos entre la policía y los manifestantes, que tan pronto se oponían a la entrada de Dinamarca a la Unión Europea como al desalojo de un centro cultural ocupado, ha quedado marcada en la retina de los televidentes daneses y ha contribuido a estigmatizar el barrio.

Más allá de la trascendencia mediática de esos sucesos puntuales, lo cierto es que la vida cotidiana de Nørrebro viene muy determinada por los retos que plantea la altísima diversidad cultural de sus setenta mil habitantes, procedentes de más de sesenta países diferentes. Turcos, pakistaníes, bosnios, somalíes o albaneses comparten un paisaje en el que conviven casitas privadas con bloques de vivienda cooperativa, bares populares con escuelas públicas o grandes ejes viales con rincones perdidos y tranquilos.

Este último era el caso de una franja vacía de unos ochocientos metros de largo que, desde hacía décadas, arañaba de norte a sur el tejido del barrio. Era el trazado de una línea ferroviaria que, tras ser desmantelada, se había convertido en un reducto marginal, mal urbanizado y lleno de matorrales. Los edificios adyacentes le daban la espalda escondiéndose detrás de árboles y vallas y, por la noche, era un lugar bastante tenebroso, solo iluminado por algunos postes de alumbrado plantados a lo largo de un sendero. A pesar de todo, la franja estaba delimitada en sus extremos por las calles Nørrebrogade y Tagensvejdues, dos ejes comerciales bulliciosos y llenos de tiendas y restaurantes de todo el mundo.

Objeto de la intervención

En 2008, el Ayuntamiento de Copenhague y una asociación de empresas inmobiliarias que promueve sin ánimo de lucro la transformación del entorno construido reunieron casi ocho millones de euros para convertir el espacio en un parque que se llamaría «Superkilen» (Gran Cuña). La intervención tomaría la diversidad cultural del barrio no solo como punto de partida, sino también como una calidad a preservar y celebrar, un elemento que inspiraría los espacios del parque y aglutinaría a los vecinos en torno a referencias étnicas, culturales y lingüísticas originarias de todo el mundo.

Para lograrlo, había que entender el proyecto como una creación abierta y colectiva, basada en la aportación de imaginarios exóticos por parte de los habitantes de Nørrebro y en la colaboración multidisciplinar de arquitectos, paisajistas y artistas. Al fin y al cabo, el nuevo parque podría inspirar a muchas otras ciudades a la hora de abordar la diversidad cultural de sus barrios.

Descripción

El «Superkilen» se ha proyectado como una exposición universal de elementos de mobiliario urbano, equipamientos lúdicos y deportivos, instalaciones artísticas y especies vegetales procedentes de todo el mundo. Muchos de esos ingredientes han sido propuestos por los propios vecinos y la gran mayoría, aparte de connotar el espacio, desempeñan la misma función para la que fueron concebidos. Los objetos se han importado directamente de sus países de origen y, cuando ello no ha sido posible, se han fabricado copias fieles.

Un sendero para peatones y ciclistas serpentea de extremo a extremo el parque a través de sus tres partes principales, que quedan definidas por los diferentes tratamientos que recibe el plano del suelo. En el tercio meridional, en contacto con la calle Nørrebrogade, está la «Plaza Roja», recubierta con una alfombra asfáltica de tonos rojos, rosas y naranjas. Esta parte destaca por la abundancia de instalaciones artísticas con referencias culturales, como un mural dedicado al presidente chileno Salvador Allende, un sistema de sonido con música jamaicana, carteles de la Plaza Roja de Moscú o anuncios de neón escritos en ruso y en chino. Hay asimismo algunos árboles aislados, como un cerezo japonés o un arce noruego, bancos iraníes, cubanos y suizos, varios ejemplares de «Belisha beacon», un poste de alumbrado muy típico de algunos países anglosajones, sacos de boxeo tailandeses, columpios indonesios, papeleras británicas, bolardos con la bandera de Ghana o tapas de alcantarillado irlandesas.

La parte central del parque, el «Mercado Negro», es la más pequeña y la de carácter más urbanizado, ya que sus únicos elementos vegetales son un grupo de palmeras excelsas chinas (Trachycarpus fortunei). También está pavimentada con asfalto, en este caso negro y surcado por líneas blancas y sinuosas. Lo preside una gran fuente marroquí que hace las veces de punto de encuentro y destaca un tobogán japonés en forma de calamar gigante. También hay cabinas telefónicas de Brasil, mesas rumanas para jugar al ajedrez, lámparas ultravioletas de Estados Unidos, taburetes de bar cariocas o un cartel de dentista de Qatar.

La parte septentrional, la más extensa del parque, satisface el deseo vecinal de contar con más vegetación en el barrio. Llega hasta la calle Tagensvejdues y se denomina «Parque Verde». Toda ella es de este color, tanto en los generosos parterres de césped, plantados con cedros libaneses o alerces centroeuropeos, como en las zonas pavimentadas con asfalto pintado. Aquí, bancos eslovenos, etíopes, portugueses, de Miami, de Praga o de Oporto conviven con hamacas suecas, mesas de picnic alemanas, columpios de Kabul o mesas de ping-pong españolas. Como referencias artísticas, hay un parterre de tierra seca palestina o un poste publicitario con la figura de un Donut tridimensional típicamente norteamericana.

Valoración

El «Superkilen» corre riesgos éticos y estéticos cuando se expone a ser asimilado a la frivolidad de un parque temático o a parecer un galimatías kitsch de homenaje al mal gusto. La alegría desenfadada, heterodoxa y libre de complejos con que lo hace le viene, sin duda, de la seguridad de estar sirviendo a una buena causa. Recrear parajes lejanos y exóticos no es ninguna novedad dentro de la tradición de la jardinería y el paisajismo. Aquí, sin embargo, el exotismo sirve para acercar a los usuarios a un hogar que ha quedado lejos o, según como se mire, para facilitar que la lejanía en la que viven se convierta en un hogar.

El proyecto no solo responde sin rodeos ni matices a las demandas vecinales de siempre, como contar con más zonas verdes o espacios de recreo al aire libre. Lo hace, además, tomando los imaginarios de los vecinos como principal ingrediente del proyecto y componiéndolos en una suma de identidades diferentes que crea nuevos sentidos colectivos. En lugar de perpetuar la imagen de una Dinamarca homogénea, lejos de purificar el espacio con un diseño aséptico y homologado, el parque, pensado para que gente diferente pueda jugar junta, es una celebración cosmopolita de la riqueza que produce la mezcla.

David Bravo │ Traducción de Maria Llopis

[Última actualización: 04/07/2022]

Ficha técnica

CIUDAD: Copenhague
PAÍS: Dinamarca
INICIO DEL PROYECTO: 2008
INICIO DE LAS OBRAS: 2010
FINAL DE LAS OBRAS: 2012
SUPERFICIE: 30.000 m²
COSTE: 7.700.000 €

Créditos

PROMOTOR:
Realdania, Realdania, Københavns Kommune

AUTORES:
BIG - Bjarke Ingels Group

COLABORADORES:
Topotek1, Superflex, Lemming Eriksson, Help PR & Communication.

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