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En el corazón del antiguo Puerto de Londres, auténtico epicentro del comercio mundial en otros tiempos, los Royal Docks permanecían en la zona del “East End” de la ciudad, abandonados y desiertos en su inmensidad, totalmente desprovistos durante años de la frenética actividad que les dio forma y los convirtió en un verdadero centro de vida y trabajo. Sólo cuatro gigantes de hierro, las antiguas grúas del puerto, se mantenían en el lugar como testimonios silenciosos de ese pasado olvidado, junto con algunos edificios de las antiguas instalaciones portuarias que seguían en pie, ahora anónimos, en medio de la inmensidad de este gran espacio abierto.

Descripción

La actuación, estrechamente vinculada a la implantación de un nuevo equipamiento público en el extremo norte del muelle Victoria, define una amplia zona central; un ámbito de césped, a modo de alfombra verde, suavemente inclinado hacia el agua, entre uno de los antiguos almacenes preexistentes que se rehabilita y el borde de los muelles puntuado por algunas de las viejas grúas que también se integran plenamente en el parque como referencias históricas de su pasado productivo. Este ámbito geométricamente verde, apto para el juego, la relajación o el picnic, queda flanqueado a ambos lados por dos pasos semicubiertos pavimentados con piedra granítica que conducen a un nuevo paseo paralelo al muelle y habilitan nuevos recorridos públicos. El cubrimiento de los pasos se ha resuelto con una cubierta en ménsula soportada por unos brazos metálicos apoyados sobre una secuencia ritmada de pilares pantalla diafragmáticos entre los cuales se han dispuesto numerosos bancos que invitan a sentarse y a disfrutar observando. La horizontalidad de estas arquitecturas, material y cromáticamente muy afinadas, tensiona todavía más la direccionalidad manifiesta de estos pasos que conducen hacia el paseo de la orilla y dialoga perfectamente con la verticalidad de las viejas grúas siempre presentes.

Todos los ámbitos propuestos se relacionan con el espacio verde principal, funcionando como antesalas en su entorno con diferentes prestaciones específicas para la gente aunque participando de la diafanidad general del espacio y de las vistas sobre el muelle y los restos de su vieja estructura. En el paseo, una plataforma metálica en voladizo sobre el agua posibilita la realización de actividades deportivas y la celebración de competiciones náuticas para estimular la utilización lúdica del río y reinaugurar la vieja relación entre la gente y el agua. En la zona norte, un ámbito vestibular a lo largo del cual se han dispuesto dos hileras de surtidores de agua controlados por ordenador e iluminados de noche con fibra óptica relaciona el parque y las entradas de los diferentes equipamientos presentes con el entorno y la estación de tren ligero de los Docklands, elemento fundamental de la nueva accesibilidad a la zona. A raíz de la presencia de los surtidores de agua, este espacio se ha convertido en una zona lúdica de mucho éxito entre los más pequeños.

Un esmerado tratamiento en los diferentes elementos vegetales del parque hace que, pese a no ser excesivamente numerosos –sólo en una zona se ha hecho una plantación intensiva de árboles–, éstos tengan una influencia muy positiva en la percepción del conjunto como un entorno verde y amable. Cerca del pequeño bosque triangular, el visitante camina por un campo de esbeltas esculturas; peinadas por el viento, unas varillas de madera y fibra de vidrio flexible desaparecen de noche para convertirse tan sólo en puntos rojos movedizos que flotan en el aire, a modo de luces de buques perdidas entre la niebla o de bengalas de auxilio atrapadas por el tiempo.