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6 septiembre 2017

Paisajes de presión

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«Considerando las consecuencias de las políticas de expansión urbanística desbocada, la pregunta obligada es: ¿Y ahora qué? ¿Tenemos algún plan para gestionar una cuestión que ya nos ha dejado una huella tan nociva?»

Este texto es una versión resumida del ensayo que la autora publicó en 2014 en el libro Landscapes of pressure/ Paisajes de presión.


Lo que convierte los paisajes en «paisajes de presión» es, en primer lugar, un mapa, un registro a escala del territorio en el que se enmarca el simulacro de un proyecto imaginado. Lo que importa para el proyecto, para sus promotores e inversores, es la ubicación de los terrenos: las coordenadas, los alrededores, el contexto político, los límites municipales y las infraestructuras que ya estaban previamente. También es importante su supuesta disponibilidad, el hecho de que estén vacíos y se puedan llenar, la cualidad de ser un retazo, un terrain vague concebido como un receptáculo de promesas, posibilidades y expectativas, como escribió Ignasi de Solà-Morales(1). Lo que no importa es la idiosincrasia del territorio: su lógica interna, la huella histórica, los distintos niveles de ruralidad y productividad. Considerado meramente como superficie y terreno edificable, está sometido a la lógica de la economía global y, por lo tanto, convertido en objeto de especulación. Su contexto contemporáneo es la globalización, que cada vez más sortea el Estado-Nación y, como consecuencia, conlleva una reconfiguración integral de la escala urbana(2).

En estas condiciones, el mapa «engendra el territorio», en palabras de Baudrillard, como «precesión de los simulacros»(3). Hace unos años, formas y actos de especulación llenaron otras partes de este mismo mapa, que representa los terrenos limítrofes de una metrópolis española. Las políticas urbanas expansionistas y las prácticas de planificación de las dos últimas décadas, junto con la creación de una burbuja inmobiliaria y la llegada de la crisis económica que la hizo estallar, han generado un cambio radical en el paisaje español real. Todo lo que se urbanizó a una velocidad increíble en la primera década del siglo XXI quedó inacabado y ha dejado un panorama de periferia urbana, de extensos campos suburbanos e incluso de espacios naturales (especialmente en la costa española) que no son más que ciudades fantasma apenas habitadas, una serie de estructuras de viviendas huérfanas y de infraestructuras a medio terminar que se han extendido por todo el país.

Por culpa de la crisis económica mundial, estos territorios, donde los flujos de capital global promovieron el desarrollo urbano local y la especulación inmobiliaria, se enfrentan ahora a una paralización en seco. En este sentido, las periferias urbanas ofrecen un retrato perfecto de la presión social como lugares donde la construcción y el sector inmobiliario crecieron vertiginosamente hasta que estalló la crisis.

El mapeo de Eurovegas


Aunque no había ninguna propuesta para abordar, y menos aún resolver, este reto urbano y social, lo que llegó después fue un proyecto urbano incluso más atrevido e insostenible: el de ubicar Eurovegas en las llanuras de Madrid (más allá de estas promociones inmobiliarias a medio terminar y escasamente habitadas) o en los fértiles terrenos agrícolas periurbanos y en las reservas naturales del área metropolitana de Barcelona. En parte financiada por la empresa Las Vegas Sands, esta transposición actualizada de Las Vegas al continente europeo se convirtió en el activo político del momento durante dos años: un conglomerado de ocio de financiación incierta, un complejo de 800 hectáreas con casinos, hoteles, campos de golf y centros comerciales y de convenciones.

Los políticos pisaron, siempre armados con su mapa, las parcelas señaladas previamente para acoger el simulacro de este proyecto supuestamente generador de riqueza y crecimiento. Los mapas del Madrid suburbano y los de la periferia barcelonesa se modificaban en una competición frenética para atraer a los inversores globales: Getafe, Leganés, El Molar, Torrejón de Ardoz, Paracuellos del Jarama, Valdecarros y Alcorcón, en las proximidades de Madrid, luchaban con los pueblos y zonas urbanas de Montcada i Reixac, Gavà, Abrera, Terrassa, Sant Boi, Cornellà, Viladecans y el Prat de Llobregat, en el área metropolitana de Barcelona. Y todos estaban dispuestos a reducir su escala sobre el papel (y, con el tiempo, en el mundo real) y a abandonar sus connotaciones e identidades originales para entrar en el megaproyecto.

Mientras tanto, los ciudadanos afectados dibujaban sus propios mapas, publicaban en Internet las parcelas en cuestión y organizaban marchas de protesta, visitas guiadas por los paisajes amenazados o concentraciones contra esta versión contemporánea de Bienvenido, Mister Marshall y contra la introducción de Las Vegas como nuevo modelo urbano para España.

La imposición del proyecto en el discurso urbano y en el imaginario de políticos y ciudadanos (en forma de promesa para unos y de amenaza para otros), su inscripción en el mapa e incluso su fracaso final han puesto todos estos espacios periféricos bajo presión y han modificado definitivamente su significado.

¿Cuáles son los rasgos constitutivos de estos territorios impregnados con los simulacros de una ciudad del juego, una ciudad que nos ha dejado con «retazos que se pudren lentamente por todo el mapa»?(4). Las fotografías que acompañan este ensayo exploran las aparentemente irrelevantes idiosincrasias de estos lugares, y también, como dice Marc Augé, «la singularidad que los constituye y la universalidad que los relativiza»(5).

Los límites (sub)urbanos de Madrid después del boom del ladrillo


Allí donde Madrid topa con los paisajes de la Meseta, el árido altiplano castellano que lo contiene y lo rodea, la confluencia entre el mundo urbano y el rural es áspera y abrupta. Las zonas limítrofes del área metropolitana quizá sean el indicador más radical de las políticas urbanas expansionistas y de la planificación incontrolada de las últimas décadas. Estos márgenes urbanos ilustran de forma extrema el impacto de una burbuja inmobiliaria que durante los últimos cinco años, tras pinchar debido a la crisis económica, ha provocado el deterioro de grandes proyectos de edificación de viviendas. Son recordatorios del fracaso de los sueños suburbanos y de la dilapidación de los recursos, además de un símbolo del impacto negativo de las políticas incontroladas de especulación urbanística.

Desde mediados de la década de 1990, como parte de los Programas de Actuación Urbanística (PAU), se habían planificado ciudades satélite gigantescas, la más grande de las cuales iba a proporcionar una vivienda a 75.000 personas. Esto provocó que los terrenos rurales se transformaran en nuevas ciudades dormitorio con baja densidad, extensos espacios abiertos y pocos lugares donde llevar a cabo actividades públicas y comunitarias.

Estas nuevas ciudades, de diseño hostil y antiurbano, se extendieron por todo el paisaje. En cierto modo, se trataba de proyectos comparables a la construcción masiva de entramados urbanos a principios del siglo XX o a los bloques de pisos de la época franquista. Su implantación en el espacio rural se convirtió rápidamente en un símbolo físico del fracaso del expansionismo urbano desmedido. La más ambiciosa de estas urbanizaciones, Vallecas, contemplaba la construcción de 28.000 pisos nuevos. La ampliación de Valdecarros, una especie de PAU gigante ubicado más hacia el sureste, incluía la construcción de 48.000 pisos más, un nuevo centro de negocios y diversos parques de atracciones. Actualmente, con las obras paralizadas, constituye un involuntario monumento urbano a la época del postboom.

Lo que queda son ciudades fantasma escasamente habitadas, esqueletos de edificios de múltiples plantas, redes de calles anchas y asfaltadas que no llevan a ninguna parte, farolas sin conectar alineadas en unos aparcamientos que de repente se convierten en campos, hileras de bancos que miran a unos estanques sin agua y bloques de apartamentos a medio habitar, con bajos comerciales tapiados con ladrillos que nunca han abierto sus puertas.

Más allá de los esqueletos de Valdecarros


¿Acaso alguien puede desarrollar algún vínculo afectivo con estos páramos de arquitectura sobrante? ¿Se integrará algún día el paisaje mutilado con las construcciones que lo consumen? ¿O el conflicto entre ellos, la estética de este encuentro discordante, es ya una condición de nuestra existencia postmoderna?

En esta periferia de periferias, los grandes aparcamientos de IKEA, las enormes tiendas de bricolaje y los supermercados 24/7 prometen un consumo y un bienestar ilimitados. El elemento rural ha perdido su ruralidad y el elemento urbano todavía no ha alcanzado su urbanidad. Los vestigios de vegetación seca pero colorida y las llanuras y colinas se codean con las estructuras de hormigón inacabadas, los patios tapiados y vacíos y los eriales cerrados y en venta.

Considerando las consecuencias de estas políticas de expansión urbanística desbocada, la pregunta obligada es: «¿Y ahora qué»? ¿Tenemos algún plan para gestionar una cuestión que ya nos ha dejado una huella tan nociva?

Urbanismo junket para dos ciudades en crisis(6)


Estas preguntas aún no tienen respuesta y, aparentemente, no se ha aprendido la lección. Mientras el problema del futuro de estas ciudades fantasma permanecía en el aire, los terrenos situados más allá de los esqueletos inacabados ya se ponían en juego por más dinero. Valdecarros parecía una de las opciones para llevar Eurovegas cerca de la capital de España. El inversor pedía 1.000 hectáreas de terreno edificable, y muy pronto llegaron ofertas, no solo de Madrid sino también desde Barcelona, lo que desencadenó una partida de póquer urbanístico de alcance nacional, agudizada por la eterna rivalidad entre las dos ciudades.

Barcelona, la metrópolis catalana que se considera la ciudad inteligente más puntera de España, una aglomeración urbana creativa, productiva y autosuficiente, también veía este proyecto de macrocasino como un paraíso económico y una solución a la crisis económica del momento. Por eso apostó muy fuerte por él. Con esto no hacía más que continuar con la tendencia de la primera década del siglo XXI, cuando la ciudad basó su desarrollo urbano en la ampliación y promoción del sector turístico y en una arquitectura consumista organizada en torno a eventos. La competición con Madrid, además, supuso un estímulo añadido para alimentar esta tendencia. Al mismo tiempo, el aparato de planificación de Barcelona ofrecía pocas herramientas urbanísticas para prevenir la comercialización de la ciudad y no perder su reputación de urbe compacta, con vocación integradora y sensibilidad social.

La opción barcelonesa: agricultura urbana contra un complejo de casinos


Para construir el macrocasino, Barcelona estaba dispuesta a sacrificar la última reserva agrícola verdaderamente autosuficiente de la ciudad. El delta del Prat de Llobregat, situado al oeste del área metropolitana y seleccionado para competir con las zonas vecinas a Madrid, ya lleva escrita su relevancia regional y ecológica en el nombre. Esta área de 3.350 hectáreas, además de ser un espacio natural y una zona húmeda estratégica con un acuífero de vital importancia, produce el 15% de toda la producción agrícola catalana: 22.000 toneladas de verdura al año(7). Además, alberga pequeñas empresas del ramo agrario que dan trabajo a 1.500 personas, y constituye un importante espacio de biodiversidad situado dentro del área metropolitana de Barcelona. En vista del interés del magnate norteamericano por construir una Las Vegas europea en estas tierras, el gobierno catalán no se lo pensó: encargó a un despacho local de arquitectos la recalificación de los terrenos para convertir las tierras de cultivo en edificios destinados al juego y a actividades de ocio que evaden impuestos.

En términos del turismo y de una economía productiva, «Cataluña quiere ser la Massachusetts de Europa», según dijo el jefe del gabinete presidencial en una carta abierta que quería responder a las voces críticas. Y no solo eso, también declaró que sería una irresponsabilidad que el gobierno catalán no estudiara esta «gran oportunidad», teniendo en cuenta el «volumen de turistas» que podía atraer(8). Sin embargo, la elección del Prat reduce el concepto de productividad del paisaje al absurdo. Deja de lado la riqueza y la lógica multidimensional de un paisaje funcional y conduce a un conflicto profundo entre el papel de la producción local y la transformación creciente de las ciudades en «plataformas de producción de la economía global»(9).

Empieza el delirio del juego (y la suerte está echada)


A principios de septiembre de 2012, el inversor norteamericano eligió Madrid: la ciudad castellana había ganado la partida. Después de una larga y opaca disputa entre Valdecarros y Alcorcón, el magnate norteamericano optó por esta última, porque contaba con un territorio ininterrumpido más extenso y solo estaba a diez minutos del centro de Madrid. El gobierno madrileño cedió a todas las exigencias del magnate: ningún límite de altura para el complejo de rascacielos (en la segunda fase, con una duración prevista de 15 años, tenían que construirse los rascacielos más altos de España), una estación para el tren de alta velocidad y quizá también un nuevo aeropuerto. A principios de 2012, la consejera madrileña de Presidencia y Justicia declaró en la televisión: «Tocaremos todas las normas urbanísticas que haya que tocar»(10).

En lugar de interpretar esta derrota como la prueba de que en Barcelona se observaba más rigurosamente la legislación, de orientarse hacia criterios de sostenibilidad y aprovechar la nueva oportunidad para practicar un urbanismo paisajístico funcional, la capital catalana presentó otro proyecto fantasmagórico solo un día después: el Barcelona World. El proyecto, que se situaría en la provincia de Tarragona, tenía que ser financiado y gestionado por un empresario de dudosa reputación, un hombre que había amasado su fortuna con la burbuja inmobiliaria y que había convencido al hijo de un magnate chino para invertir en esta respuesta a Eurovegas. El plan preveía la construcción de seis parques temáticos y una serie de hoteles que en conjunto sumaban 12.000 habitaciones(11).

Entretanto, en la Comunidad Autónoma de Madrid, se impulsaban los cambios en la legislación del suelo (incluso se quería cambiar la ley del tabaco) para llevarse hacia las vastas llanuras de los alrededores de Alcorcón unas inversiones de entre 6.000 y 17.000 millones de euros y 72.000 puestos de trabajo, además de los 15.000 para la construcción del complejo, cosa que exigiría más cambios legislativos relativos a la admisión de mano de obra extranjera y la prevención del blanqueo de capitales, las exenciones de cotización a la seguridad social, la libre disponibilidad de los terrenos públicos y la reubicación de un gran vertedero municipal.

Leaving Eurovegas(12). Los límites de la expansión y la utopía


Alcorcón, el territorio que durante dos años se equiparó con el desierto de Mojave, es ahora la víctima de las promesas incumplidas y del fracaso del proyecto.

De repente, en diciembre de 2013, el juego terminó. La prensa informó que Las Vegas Sands había pedido el blindaje legal para sus inversiones o una compensación en caso de que se produjeran más cambios normativos, unas condiciones inaceptables para el gobierno español. A mediados de diciembre, en declaraciones a la prensa, Adelson dijo: «No vemos cómo se puede llevar a cabo este proyecto a gran escala». Y abandonó Madrid con estas palabras: «Desarrollar proyectos de ocio en Europa ha sido una idea personal mía desde hace muchos años, pero hay un momento y un lugar para cada cosa, y ahora mismo queremos centrarnos en los países asiáticos, como Japón y Corea, con el objetivo de que aumenten radicalmente su oferta turística con el desarrollo de resorts integrales»(13).

De repente, Eurovegas se había convertido en una distopia, y el futuro ultramoderno, bajo la presión de palabras vacías, había quedado desintegrado en un territorio de desechos. «Esta superioridad, esta originalidad, hizo creer a los modernos que se habían librado de las últimas restricciones que podían limitar su expansión. Siglo tras siglo, imperio colonial tras imperio colonial, los pobres colectivos premodernos fueron acusados de hacer una mezcla espantosa de cosas y humanos, de objetos y signos, mientras que sus acusadores los separaron finalmente del todo… para después volverlos a mezclar en una escala hasta entonces desconocida», comenta Bruno Latour(14).

España, deseosa de conseguir la modernización perpetua, se ha prestado ciegamente a ser el laboratorio territorial del inversor americano. En este sentido, intercambió los papeles con sus antiguas colonias, que comprendían grandes extensiones de territorio americano, y marcó el inicio de otro periodo de colonización en esta era de recolonización determinada por los límites del capitalismo y los retos de la globalización.

Cuando miramos las planicies de cereales que se extienden a las afueras de Alcorcón, de espaldas a las precarias estructuras que nos deja una década de capitalismo desbocado, podemos admirarnos una vez más de cómo los simulacros y la imaginación ejercen un poder de unas dimensiones nunca vistas. Podemos preguntarnos qué resultaba más sorprendente, si creer ciegamente en un bienestar simulado que repetía la lógica fracasada del pasado reciente, o el propio carácter fantasmagórico del proyecto. Preguntémonos también si, finalmente, no es esto el auténtico «desierto de la realidad»(15).

 

Referencias: 


1 De Solà-Morales, Ignasi: Territorios. Gustavo Gili, Barcelona, 2002.
2 Véase: Smith, Neil: «Revanchist City, Revanchist Planet». En: Urban Politics Now. Re-Imagining Democracy in the Neoliberal City. BAVO (Eds.), Rotterdam 2007, p. 39.
3 Baudrillard, Jean: Simulacra and Simulation. University of Michigan Press, Ann Arbor 1994, p. 1.
4 Baudrillard, Jean: op. cit., p. 1.
5 Augé, Marc: An Anthropology for Contemporaneous Worlds. Stanford University Press, Stanford 1999, p. 90.
6 Los junkets son personas o empresas (que incluso pueden cotizar en el índice norteamericano Nasdaq) cuyo trabajo consiste en acercarse a jugadores de casino adinerados, pagarles los gastos, financiar sus apuestas y asegurarse de que paguen sus deudas. Explicado en: «Duelo a 300.000 euros la apuesta». En: El País, 11/06/2013.
7 Plataforma Aturem Eurovegas: Salvem el Delta del Llobregat. Barcelona 2012, p. 2.
8 Joan Vidal de Ciurana en carta oficial publicada por la Generalitat de Cataluña, Oficina del Presidente, 12/8/2012.
9 Smith, Neil: op. cit., p. 39.
10 «Aguirre tocará las normas urbanísticas que haya que tocar para lograr el casino». En: El País, edición de Madrid, 31/1/2012.
11 Durante la primera semana de abril de 2014, el Parlamento catalán pactó la futura plasmación del BCN World. Convergència i Unió (CIU) y el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC) acordaron una modificación legislativa para favorecer el negocio del juego. El cambio suponía la rebaja de los impuestos de las actividades de juego del 55% al 10%, para reducir las «limitaciones urbanísticas» y permitir jugar a crédito, con el objetivo de «reactivar la economía catalana». Véase: Ara (2014): «La sociovergència aposta per BCN World», 31/03/2014. «Començar a moure els terrenys després de l’estiu i iniciar les obres de construcció l’últim semestre del 2015 (…) de manera que el primer resort (amb 1.100 habitacions d’hotel, una zona comercial i casinos) obriria al final de 2017 (…)». Véase: La Vanguardia (2014): «Los promotores de BCN World esperan abrir el primer "resort" el 2018», 2/04/2014. En julio 2017 se sabe que el complejo se llamará „Hard Rock Entertainment World“, contará con un hotel en forma de guitarra de 600 habitaciones y con uno de los casinos más grandes de Europa. Será uno de los destinos turísticos más grandes de Europa“. Véase: El Periódico (2017): http://www.elperiodico.com/es/noticias/sociedad/complejo-bcn-world-hard-rock-entertainment-world-vila-seca-salou-6158080
12 Miembros de la plataforma Aturem Eurovegas diseñaron un póster cinematográfico que hacía referencia a la película Leaving Las Vegas: "Leaving Las Vegas. A hate story". En: http://aturemeurovegas.files.wordpress.com/2012/03/leaving_eurovegas-copy.jpg
13 Adelson, Sheldon, citado en: «El Gobierno rechaza las peticiones de Adelson para instalar Eurovegas». En: El País, 13.12.2013.
14 Latour, Bruno: We have Never Been Modern. Harvard University Press, Cambridge/ Massachusetts 1993, p. 38.
15 Baudrillard, Jean: Simulacra and Simulation. University of Michigan Press, Ann Arbor 1994, p.1.




 

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