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Edición 2004

Presentación

A FAVOR DEL ESPACIO PÚBLICO

La pregunta por el espacio público viene acompañada -quizás motivada- por la preocupación sobre el estado de la democracia. Es una constante. Y no es extraño porque sabemos que ciudad, democracia, política y filosofía nacieron juntas en la antigua Grecia fruto de la irrupción de las leyes disociativas del logos y de la superación del organismo de la vida preurbana que otorgaba a cada cual un destino marcado por la irrebatible naturaleza. "La unidad no es objeto de la ciudad porque ésta es pluralismo", nos decía Aristóteles.

El lugar simbólico en que ciudad, democracia y política se encuentran es el espacio público. [...] La carga simbólica del espacio público es muy grande. Me gustaría decir que el espacio público es el lugar del uso público de la razón, a diferencia del uso privado de la razón, según la distinción de Kant. El uso público de la razón goza de una libertad ilimitada para servirse de la propia razón y hablar en nombre propio. El uso privado es doméstico y, a menudo, sometido a mandato. Pero esta distinción está impregnada de un optimismo ilustrado y una confianza en la razón muy rara en los tiempos presentes.

Hoy más bien nos movemos en una distinción más prosaica: espacios públicos, espacios privados, espacios colectivos. Son espacios colectivos aquellos que tienen significación pública aunque sean de propiedad privada e impliquen peajes de discriminación económica: los centros comerciales y los estadios son ejemplos habituales. En cualquier caso, la propiedad -en una sociedad que ha hecho de ella un derecho fundamental- es un factor básico de definición del espacio público. La oleada de privatizaciones que los estados han emprendido en los últimos años ha introducido esta noción de lugar público de propiedad privada, recibida por algunos con entusiasmo precipitado.

El espacio público se puede definir por el acceso, por la función y por el fin. El acceso: sería público el espacio al que todo el mundo puede acceder con igualdad de condiciones, independientemente de su origen, poder o clase social. Es el espacio ideal de la política democrática, espacio de la igualdad, que es el valor principal de la democracia, aunque a menudo se olvide. Así son los lugares públicos por excelencia: plazas, parques, calles, esquinas, donde aparentemente todos están en las mismas condiciones, excepto los que llevan guardaespaldas.

Por la función: el espacio público es el lugar donde se establecen las relaciones que van más allá de lo privado y, por tanto, crean comunidad. Una sociedad dominada por el individualismo sin que lo privado tenga sentido de lo público camina hacia la anomia. Una sociedad en que lo público engulle a lo privado es una sociedad totalitaria. La vitalidad democrática llega cuando desde lo privado se opera con sentido y conciencia de lo común y se crea tejido social, sobre el que se construyen las instituciones públicas, sin borrar nunca la separación entre lo público y lo privado.

Por el fin: la pluralidad de fines es el fundamento del espacio público, como garantía de la pluralidad real de la sociedad. El espacio público puede servir para realizar o expresar fines compartidos por una sociedad o una parte de ella, pero no debería ser el lugar de exclusión de nadie. [...]

Es cierto que por tradición, por historia, por manera de entender la vida colectiva, la cuestión del espacio público tiene cierta especificidad europea. Europa es probablemente la que con más disgusto contempla la estandarización de las periferias urbanas del mundo y la desterritorialización -en el sentido de pérdida de signos culturales específicos- del urbanismo banalizado. [...]

El espacio público es un espacio de interrelación. La televisión nos mete las imágenes del mundo en casa, pero no convierte la casa en espacio de relación más allá de lo doméstico. Y, sin embargo, sustrae a la gente del espacio público. La democracia televisual es de baja intensidad. El espacio virtual es un ámbito efectivo de relación, pero mucho debería cambiar la bestia humana para que la ausencia de presencia no fuera vista como un déficit. [...]

El espacio público marca los límites de la idea de ciudad. Donde no lo hay puede hablarse de urbanización pero difícilmente de ciudad. Por eso ver cómo la gente, desde la nada, configura espacios públicos en las megalópolis más desarticuladas es esperanzador si pensamos en el vínculo entre ciudad y democracia.

 

Josep Ramoneda, Director del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB)
Versión reducida del texto introductorio de la jornada de debate sobre espacio público "Ciudades (In) visibles: espacios de riesgo, espacios de ciudadanía", celebrada el 25 de julio de 2003 en Barcelona, durante la cual se presentó públicamente el Archivo Europeo del Espacio Público Urbano. El texto íntegro fue publicado en El País el día 29 de julio de 2003.

 

OPORTUNIDAD

Durante los últimos años, en toda Europa, la recuperación de entornos cautivos dentro de la geografía urbana -parajes naturales deteriorados con escasas posibilidades de acceso, recintos teñidos de obsolescencia, terrenos limítrofes huérfanos de relaciones con las tramas consolidadas-, y la revitalización de ámbitos marginales u olvidados y su transformación en nuevos espacios para el uso colectivo han permitido poner en marcha estrategias de vertebración urbana, con las que, a través del espacio público, se ha intensificado la permeabilidad entre distintas partes de la ciudad, acercando sus múltiples realidades.

La frecuencia de dichos planteamientos urbanísticos denota la continuación de un esfuerzo sostenido en la creación y consolidación del espacio público, esfuerzo que se centra en las mejores intervenciones, no sólo en el incremento y la mejora de las dotaciones espaciales consideradas aisladamente o en función de la calidad del diseño de los componentes físicos de uso común que presentan, sino también, y muy especialmente, en la construcción de nuevos ámbitos públicos atendiendo a su capacidad como escenario compartido y respaldo de actividad, densidad, cultura, aspectos que han caracterizado a los espacios públicos de las ciudades europeas: ciudades-sistema, fruto del conjunto de relaciones que se producen en ellas.

En un momento de crecientes desigualdades sociales y de nueva irrupción de oleadas migratorias, las cualidades latentes del espacio público como aglutinador y condensador de la vida urbana adquieren un nuevo protagonismo, y se convierten en una inestimable referencia a la hora de construir espacios de convivencia y de integración que permitan alcanzar un mayor equilibrio urbano. La adecuación y la mejora de espacios públicos allí donde pueden incidir más eficazmente en paliar las discontinuidades entre tejidos y las desigualdades, haciendo hincapié en la relación coherente entre todos ellos a distintas escalas, contribuye de una manera efectiva a una mayor cohesión tanto de la estructura física como social, e incrementa la calidad de la experiencia diaria de miles de personas.