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El Segundo Ensanche es el barrio de trazado ortogonal con que Pamplona se extendió por el sureste a principios del siglo XX. Lo separa del casco antiguo la calle Vergel, que resigue el foso de la antigua muralla, motivo por el cual queda hundido unos cuatro metros respecto a los tejidos adyacentes. Ello, junto con su condición de vía rápida, ha hecho que durante muchos años la calle se interpusiera como barrera en el camino de los peatones que querían moverse entre ambos barrios.Pero, lejos de ser un lugar marginal, este corte de setenta metros de ancho reúne una serie de lugares relevantes. En el lado septentrional se halla el Baluarte de Labrit, un bastión de muralla del siglo XVI tradicionalmente usado para jugar a la pelota vasca. Esta costumbre motivaría que acabara construyéndose a su lado el Frontón Labrit, un edificio bastante importante dentro del mundo de este deporte. Respecto al lado sur, se halla la plaza de toros de Pamplona y el parque de la Media Luna, situado encima de un talud natural que se asoma al río Arga.
Objeto de la intervención
El Ayuntamiento de Pamplona tiene entre sus prioridades la eliminación de barreras arquitectónicas y la mejora de la accesibilidad en áreas que, como las murallas, combinan el interés cultural con la complejidad topográfica. La ciudad lleva décadas abriéndose paso a un camino de ronda que resigue el trazado de la fortificación. Este recorrido peatonal, que viene del norte por la Ronda del Obispo Barbazánn, quedaba cortado por la calle Vergel a la altura de la plaza de Santa María la Real, que corona el Baluarte de Labrit. Por esta razón, en 2010, el consistorio decidió destinar una partida de más de un millón de euros a promover una intervención que hiciera llegar la ronda hasta el parque de la Media Luna.Descripción
La intervención ha consistido en la construcción de una pasarela peatonal que, con setenta metros de luz, salva la barrera interpuesta por la calle Vergel. El extremo sur de la infraestructura reposa entre la plaza de toros y el parque de la Media Luna, desde donde se puede seguir andando hacia el Segundo Ensanche. Por su lado, el extremo norte se bifurca en dos brazos angulados en forma de Y que, aparte de tener un aspecto bastante característico y de dar continuidad al trazado de un tramo de muralla derribado, confieren a la estructura un mejor comportamiento ante los esfuerzos horizontales.Uno de los brazos, alineado con el resto del puente, es un tramo de escaleras que baja hasta el pie del Baluarte de Labrit, donde antiguamente se jugaba a la pelota vasca. El otro, que mantiene el nivel del tablero pero se desvía de su directriz, aterriza sobre una terraza del Frontón Labrit, en una cota que permite acceder fácilmente a la plaza de Santa María la Real. Desde esa plaza, que ha sido renovada, se accede a la Ronda del Obispo Barbazán a través de una nueva rampa apta para personas con movilidad reducida.
La pasarela es deliberadamente parca en la paleta de materiales para establecer un balance cromático con la uniformidad del entorno amurallado. Sus barandillas, que son las propias jácenas estructurales, son de acero corten. Bajo los pasamanos se han instalado fluorescentes para iluminar por la noche el tablero, que está recubierto con una tarima de madera de ipé. Los espacios en que se apoyan sus extremos están pavimentados con losas de piedra caliza de gran formato, cuyo despiece responde a la inclinación del puente.
Valoración
La simplicidad de la nueva pasarela del Baluarte de Labrit logra conjugar la optimización de su comportamiento estructural y el uso de un lenguaje muy contemporáneo con el máximo respeto por las preexistencias históricas, sobre las que se apoya con delicadeza pero sin miedo. Así ha podido integrarse en un punto delicado de la ciudad, entendiendo su complejidad y deshaciendo la barrera que se interponía a los paseantes de dos barrios finalmente unidos.David Bravo Bordas, arquitecto.
[Última actualización: 02/05/2018]
