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  • SELECCIÓN ARCHIVO 2008

Mercado de las Flores en la Plaza de Tirso de Molina

Madrid (España), 2006

Recuperación de una plaza del barrio de Lavapiés como zona peatonal

Estado anterior

La antigua judería de Madrid se extendía alrededor de la plaza de Lavapiés, donde durante la edad media existía una fuente que servía para practicar el ritual de lavarse los pies antes de entrar en la sinagoga. Esta costumbre dio nombre a la plaza y, por extensión, a todo el arrabal que la rodeaba. Desde entonces, el barrio de Lavapiés ha acogido siempre a los sectores más desfavorecidos de la población, adquiriendo de este modo un carácter populoso, alegre y dinámico pero al mismo tiempo marginal y conflictivo. Buena parte de la inmigración procedente de las zonas rurales de España se instaló allí a partir de mediados del siglo XX. El mal estado de los edificios los hacía muy asequibles y ello atrajo, durante los años ochenta, a muchos estudiantes y jóvenes faltos de recursos, con quienes llegó la bohemia, pero también la droga, la indigencia y la prostitución. Durante los años noventa fue el barrio madrileño que vivió con mayor intensidad el fenómeno okupa y, con el cambio de milenio, ha acogido una nueva ola migratoria procedente de todo el mundo, hasta el punto que, hoy en día, la mitad de su población es extranjera y es más notoria la celebración del Ramadán o del Año Nuevo chino que la de la Navidad.

En un tejido urbano tan denso y cosmopolita, las plazas públicas constituyen el escenario en se ponen de manifiesto la riqueza de la diversidad social y los conflictos que le son propios. La plaza Tirso de Molina ha sido tradicionalmente un claro ejemplo de ello. Situada en el límite septentrional del barrio, a medio camino de la plaza de Lavapiés y la plaza del Sol, posee una morfología típicamente mediterránea. Sus fachadas consolidadas rodean el hueco dejado en 1836, durante la Desamortización de Mendizábal, por el derribo del antiguo convento de la Merced, última residencia del dramaturgo que le da nombre y que tiene ahí una estatua dedicada. Presenta una forma alargada y triangular, definida por el desdoblamiento de la calle de la Magdalena en la calle de la Colegiata y la calle del Duque de Alba. Además, hay apenas unas diez calles transversales que confluyen ahí y que, junto con el hecho de que desde 1921 acoge una estación de la línea 1 del metro, la convierten en un lugar de paso muy transitado y en un importante punto de acceso al barrio.

Durante las últimas décadas, sin embargo, la creciente intensidad del tráfico rodado fue obstaculizando la circulación de los peatones a través de la plaza. Las tres vías que la rodean tenían varios carriles de circulación que, junto con las filas de coches aparcados, segregaban el centro de la plaza y la convertían en la práctica en una rotonda. En este centro aislado, transitado sólo por los usuarios de las paradas de autobús y habitado por personas sin techo, se amontonaban la suciedad y los pocos árboles que el metro del subsuelo y la circulación superficial habían respetado. El centro de la plaza era un espacio residual que ya no reunía las cualidades de un lugar de encuentro.

Objeto de la intervención

En 2004, el Ayuntamiento de Madrid se propone la reconquista para los peatones de la plaza Tirso de Molina. A partir de una estrategia consensuada con los residentes y los agentes socioeconómicos más directamente involucrados, se pretende sacar provecho de la posición estratégica de la plaza para devolverle el flujo transversal de peatones y la capacidad de acoger las actividades exteriores del vecindario, que tendrán prioridad sobre el tráfico rodado. Pero, aparte de la reordenación de su fisonomía y de la conversión en zona peatonal, la estrategia nuclear de esta reconquista pasa por la creación de un mercado de flores. A pequeña escala, esta nueva función inyectará vida dentro del paisaje de la plaza y, a una escala mayor, le otorgará una especificidad que la diferenciará de otros espacios públicos de la trama urbana.

Descripción

En el frente occidental de la plaza el paso de vehículos se ha reducido a un solo carril de circulación que se ensancha en un tramo para formar una zona de carga y descarga. En la parte septentrional, definida por la calle de la Colegiata, se han conservado dos carriles de circulación y se ha abierto un carril bus para dar servicio a las paradas del centro de la plaza. En el lado definido por la calle del Duque de Alba, se ha erradicado totalmente la circulación del tráfico rodado. Ello ha permitido extender el área central de la plaza hasta el pie de su fachada sur, que es, de los tres frentes, el más permeable. De ahí arrancan cinco calles transversales y peatonales que conducen directamente a la plaza de Lavapiés.

Cuatro jardineras alargadas y ligeramente elevadas protegen la zona pacificada del bullicio del lado norte. El hecho de que estén levantadas respecto al forjado que cubre el metro les permite contener la tierra necesaria para plantar, además de yedra y plantas aromáticas, nuevos árboles que complementan a los existentes. Algunas jardineras se pliegan sobre sí mismas para abrazar ámbitos diferenciados, como un área de juegos infantiles, la emergencia de una boca de metro o los alrededores de la escultura de Tirso de Molina. La continuidad de las jardineras se interrumpe sólo en tres puntos, para dar paso a las calles transversales que vienen del sur de la plaza. Las losas del nuevo pavimento, que es plenamente accesible a personas que se desplazan en silla de ruedas, cambian de aparejo para dibujar sobre el plano del suelo la continuidad de esas calles. Todas ellas siguen la directriz de la fachada sur y definen una pauta que regula la disposición de farolas, fuentes, rayuelas, mesas de futbolín, alcorques, bancos y, especialmente, de los ocho puestos que forman el mercado de las flores.

Bautizado con el nombre de una obra literaria de Tirso de Molina, cada uno de estos puestos es un cubo formado por una estructura metálica revestida de listones de madera. Una de sus caras verticales puede abatirse noventa grados para formar una plataforma donde exponer las flores cuando el puesto está abierto.

Valoración

Con demasiada frecuencia, la regeneración de un espacio urbano dentro de un barrio populoso y conflictivo usa como coartada la espectacularidad del diseño formal para disimular una voluntad higienista que pretende ahuyentar las evidencias de su problemática social. La hipocresía de esta estrategia suele dar como resultado espacios pacificados, homologados y asépticos pero tristemente ajenos a la complejidad que caracteriza la realidad urbana. La actuación en la plaza Tirso de Molina no resuelve problemas de tipo social como la indigencia, la droga o la prostitución ?que siguen estando presentes en su paisaje?, pero tampoco los barre debajo de la alfombra. En este caso, la formalidad contemporánea ha servido para recuperar la función tradicional de la plaza como punto de encuentro, a través de la mejora sustancial de su accesibilidad y su dinamismo, cualidades que contrastan con el carácter segregado y residual de la antigua rotonda.

La accesibilidad del nuevo espacio conquistado es fruto de la superación de una barrera interpuesta por el vehículo privado y de la posibilidad de ser atravesado por las calles confluyentes. Pero, una vez accesible para todo el mundo, es preciso que el carácter transversal del espacio se traduzca en el carácter transversal de las relaciones sociales que allí tienen lugar. La presencia del mercado de flores hace que la plaza, más que un lugar de paso, sea un lugar de encuentro. Abierto los siete días de la semana, es un motor de actividad que la dinamiza y la hace atractiva, justificando así el interés de su accesibilidad. Sus puestos, en su mayoría regentados por inmigrantes, reflejan la diversidad cosmopolita del barrio y aportan una buena excusa para la interacción de la vieja población y la recién llegada. Como lugar de encuentro, la plaza es un espacio de coincidencia que escenifica los acuerdos y los desacuerdos de la sociedad que lo ocupa, pero no una solución a los conflictos que se puedan generar.

David Bravo Bordas, arquitecto

[Última actualización: 02/05/2018]

Ficha técnica

CIUDAD: Madrid
PAÍS: España
INICIO DEL PROYECTO: 2004
INICIO DE LAS OBRAS: 2005
FINAL DE LAS OBRAS: 2006
SUPERFICIE: 8.500 m²
COSTE: 2.400.000 €

Créditos

PROMOTOR:
Ayuntamiento de Madrid

AUTORES:
Lucas Galán Lubascher, Haiku Arquitectura, Galán Lubascher Arquitectos


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